11/02/2009

Despedida

Lentamente se incorporó en la cama. Apartó las sábanas; en silencio pisó el suelo alfombrado de la habitación. Su pareja no se inmutó, dormía profundamente y revivía en sueños el momento íntimo que habían compartido hacía instantes.
Abrió la ventana. El viento entraba delicadamente acariciando su cuerpo desnudo. Sin moverse del lugar, alcanzó un cigarrillo que había dejado preparado sobre la mesa de noche. Cuando terminó de fumarlo se acercó a una silla en la que estaba su abrigo; de un bolsillo sacó un sobre que luego depositó sobre la almohada, su almohada, desocupada.
Respiró hondo y se acercó nuevamente a la ventana abierta. Primero apoyó un pie, después, agarrándose del marco con las manos, el otro: estaba de cuclillas sobre el alfeizar. La ciudad, anticipándose, enmudeció por completo.
Cada segundo era una nueva agonía a esa altura.



Suspirando, volvió a pisar la alfombra desgastada y cerró la ventana. Se vistió silenciosamente, tomó el sobre de la almohada y abandonó el departamento.
-Tendría que haber saltado, ¿cómo le digo que no lo amo más?- pensó en el ascensor.

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