9/02/2010

En los troncos

—Agradecele al persa que está tomando Gancia.
— ¿Qué?
—Que le agradezcas al persa por estar tomando Gancia. Es estético al menos.
—¡Aahhhh! Bueno, sí. Gracias, che.
El persa saludó con su copa blindada, capaz de resistir una bomba de dos megatones en caso de un ataque nuclear. “Beber no es cosa que deba hacerse a la ligera”, decía él.
—La playa, el mar… nunca entendí qué es lo complicado o místico de un puerto, ¿sabés? Es un motón de maderas nomás… ¡Ay qué lindas imágenes! Je, je, jo, jo.
—Sí, sí. Igual, nosotros estamos acá, escuchando a esta boluda…
—…parados sobre estos troncos de mierda. Mirá, la petisa se puede sentar y todo.
— ¡Repasa como loca!
—Si estás en los troncos, tan cerca del micrófono, ya está, sabés o estás al horno.
—Ahí baja la otra, a ver…


Su Altísima (no es metafórico) Excelencia Excelente Excelentificante, concluía:
—¿Quiere agregar algo más?
—Eeeeeeeeeeeehhhhh… No, no creo. Dije todo lo que tenía para decir.
—Sí, jodiste tanto que te voy a dar un noventa por ciento
—Noventa por ciento. Nueve-cero—Dijo el Locutor.


Algunas viejas en los bingos de la costa atlántica sintonizaron en sus audífonos esa transmisión trascendental y por error marcaron su cartón. Una pobre mujer cantó línea incluso. ¡Qué humillación cuando le dijeron que no era correcto!


—Gracias, ¡gracias! ¡No sé qué decir!
—Decile algo lindo, si no cagaste fuego apenas te das vuelta— dijo el Locutor en off.
—Ehhhhh… ehhhh… ¡Cincuenta años y todavía está de moda!
—Es cierto, el nazismo es un tema que siempre sale en una buena conversación—contestó la que sería King Kong si las reinas fuesen gorilas—. Chau, querida. Suerte.


—¿“Cincuenta años y todavía está de moda”? —Repitieron en voz baja los que estaban en los troncos.
— ¿Esa pelotudez dijo? Para decir eso hubiese dicho esa mierda de Heráclito sobre el río…
—¡Eh, eu! Eso es profundo…
—Sí, bueh… la idea es compleja, pero con esas palabras lo espero encontrar antes en un postdata de los chicles Bazooka que en otro lado…
—¡Uy, los Bazooka! ...ni me acordaba de su existencia. ¡Pah, qué dulces e inmasticables que eran!
—¡Y qué visión pajera de la juventú’ que tenían!


—El siguiente— dijo el Locutor.


—Cuidado cuando saltes.
—Seeee… ¡jop!
—Bien. Vos agarrarme si le estoy por pifiar.
—Fumá.


(Lil’ Charles Bald contento)


—¡Jop! Bien, uno menos.
—Mirá la petisa, por estar sentada en canastita se le durmieron las piernas y el que estaba atrás se la llevó puesta cuando quiso avanzar. Están todos acelerados.
—“El siguiente” es una frase complicada a esta altura.


El bailarín ruso le decía a La Jueza (Excelencia imponderable, “concubina del Ser”, diría Laiseca, si se me permite atribuirle algo que no es suyo, creo):
—¿Entonces quiere que le consiga la tortita negra?
—Ajá
—Pero mire que, si es que la encuentro, voy a tardar varios años en poder volver hasta acá y se va a poner en mal estado.
—Decile que la voy a comer yo.
—¿Al panadero?
—No, no, no. ¡NO! A la tortita negra, pelotudo.
—Bueno, bueno, mi Ama y Señora, Reina Creadora y Poseedora de las Leyes.
—En caso de que no tengan la tortita negra me traés un cuarto de palmeritas. Y antes de que cometas la idiotez de decirle a las palmeritas que son para mí, para que no se pongan feas, te digo que no va a funcionar. Se venció el convenio del Ser con ellas... una tragedia, realmente, pero si no ponés mano firme, viste… Cuestión, vas a tener que conseguirte un taperrrgüerrrrrr para las palmeritas.
—Ma’am, yes ma’am!—dijo el ¿contradictorio? ruso que había sido espía yankee durante la Guerra Fría.
—Andá, rajá de acá… ¡Vamo’! Anoten verbatim: “Veredicto pendiente hasta que me traiga la tortita negra o en su defecto las palmeritas. Si la panificación es defectuosa: desintegración. Si en cambio es gloriosa: setenta y dos por ciento.”


—El siguiente—Dijo el Locutor.


—Apa, viene rápido. ¡Jop!
—¡Jop! Sí, sí, ya sólo faltan el coso ese, sea lo que sea, y el de ojos claros; y después ya estás vos. ¿Nervioso?
—Cagado en las patas, como debe ser.


El-coso-ese-sea-lo-que-sea estaba en la sillita alta comiendo la papa en frente de la Emperatriz del centro de convenciones para croatas que es la Existencia en este plano:
—Bueno…
—No jodas, dejá pasar al de ojos lindos.
—Pero…
—Chauuuuuuuu… Hacé tu gracia, Locutor.


Si les interesa saber, la Reina de los Abrazos, aunque lo mandó a freír churros (¿qué mierda tiene de malo freír churros? Lo jodido es prepararlos), lo tocó con su varita y le dio paz eterna. Ahora el-coso-ese-sea-lo-que-sea comparte un negocio en el Caribe con los personajes de “The Shawshank redemption”. Me gusta cuando todos terminan bien.


—El siguiente—dijo el Locutor.


Ojitos claros y la Reina del Plata:
—¡Me presento humildemente ante Usted, oh Reina imperialísima de las altas y bajas cumbres, de las Cosas Importantes y todas las Cosas, para que me juzgue con su interminable sapiencia y sensibilidad!
—Hola, papito, lobito, ¡hola, hola! Quedate conmigo acá al costadito para hermosear el panorama nomás. Después vemos qué hacemos, ¿te parece?
—Sí, mi Señora, Generala Doble con doscientos ocho dados.


—El siguiente—dijo la gallina. Era el turno del que empezó hablando allá arriba, al comienzo de esto.


—¿Asunto? —preguntó la Gordísima Chanchibólica (= Chanchística y diabólica).
—“Personajes de series en cuyas iniciales haya una G”; aquí tiene una copia mecanografiada.
—Bien, bien; empezamos bien. Me encantaba Gilmore Girls…
—Claaaaaarooooo. Tenemos a Rory Gilmore, a… eh… la madre…


A la Reina la dubitación no le gustó un soto.


—¿Cómo?
—Que también tenemos a Garfield, a Gorgory de los Simpson, a Godines del Chavo del ocho…
—Bueno, bueno… está bien. Te hago una pregunta aparte, ¿te parece? Para redondear nomás, pero venís bien, chiquito…
—Sí, claro.
— “Do androids dream of electric sheep?”
—No lo sé, “I may be paranoid, but I am no android”.
—Excelente. Como yo, si no fuese el modelo platónico de lo excelente mismo. Noventa por ciento —concluyó la Reina.